Los nuevos desafíos y la nueva estrategia del reino saudí

El rey Salmán de Arabia Saudí y su hijo y viceheredero, Mohamed Bin Salmán.

Riad, que está en el corazón de las evoluciones diplomáticas regionales más importantes en estos últimos meses gracias a su alianza con Ankara y las tensiones continuas con Washington (particularmente a causa de su aproximación con Teherán), parece querer reformar a profundidad su estructura económica.

La voluntad de reestructurar la economía el " reino adormecido ", el primer productor mundial de petróleo, acaba de anunciar la creación de un segundo fondo soberano por un valor de 2000 mil millones de dólares y la introducción en bolsa, más la apertura al capital extranjero, de la empresa estatal Saudi Aramco. El objetivo del promotor de estas iniciativas, el príncipe Mohamed bin Salmane, es diversificar las fuentes de financiación de la economía saudí. Su " Saudi Visión 2030 " es ambiciosa. El príncipe, el número 2 en el orden de sucesión, tiene el apoyo de su padre, el rey Salmane. Los dos son perfectamente conscientes de que los equilibrios

regionales están en pleno cambio, y de que paralelamente hay una nueva geopolítica de la energía que parece estar en marcha.

Evolución diplomática forzada

El reino wahabbita tomó nota de la evolución de la diplomacia estadounidense bajo la administración Obama y de su aproximación con Irán. No hay garantías, sino demandas de prontas resoluciones. A partir de este hecho, Arabia Saudí procura crear un bloque sunita alrededor de ella, con integrantes de más allá de las monarquías del Golfo y de Egipto, como con Turquía por ejemplo. Siria y Yemen se constituyeron como el teatro de operaciones de una guerra indirecta entre Arabia Saudí e Irán.

El primero no puede resolver el problema del regreso del segundo al seno de la " comunidad internacional". El liderazgo regional está en juego con la exacerbación de las diferencias religiosas al interior del Islam. La ausencia de Irán en la reunión de Doha sobre la energía a finales de abril, en la cual no se pudo destrabar la situación, es un signo flagrante. Arabia Saudi eligió desde el 2014 limitar voluntariamente su producción de oro negro con el fin de doblar la vuelta del petróleo iraní sobre el mercado, y también para limitar la expansión del petróleo no convencional americano. Finalmente, los países más afectados por esta estrategia fueron miembros de la OPEP como Argelia y Venezuela, porque el petróleo representa el 90 % de sus exportaciones y más del 60 % de sus ingresos presupuestales a causa de dos razones principales, los saudíes ya no son para Washington los aliados con las cuales tienen una relación “especial”. La razón económica es la capacidad americana de producir un petróleo de pizarra a un precio competitivo, lo que hace que el petróleo convencional no sea obsoleto, pero SÍ menos importante en el plano geopolítico. La razón política es la estrategia saudí de complicar las relaciones de Irán y los lazos de ciertas personalidades del país con grupos terroristas, bien sea Al Qaeda o Daesh (Estado Islámico).

El príncipe Mohamed bin Salmane, Ministro de Defensa y vice príncipe heredero, está en el corazón de esta mutación, que junto al Ministro de Asuntos Exteriores, Adel al Joubeir manifiestan un voluntarismo que quebranta el historial de prudencia de los dirigentes de este país. Esta nueva generación quiere imprimir su marca en un país que, a pesar de la producción de más de 10 millones de barriles de petróleo por día, padeció un déficit presupuestario de 89 mil millones de euros en 2015, es decir, el 13 % de su PIB. Sus planes diplomáticos y económicos son muy ambiciosos, y los bloqueos internos de la sociedad podrían impedir su materialización.

*Doctor en Ciencias Políticas. Profesor Universidad Lyon III. Profesor visitante UPB